top of page

Cuentos y recopiladores

Los siete cuervos (recopilador: Rodríguez Almodóvar)

(Versión obtenida de Antonio Rodríguez Almodóvar: Cuentos al amor de la lumbre. Tomo I. Madrid: Alianza Editorial, 2015, pp. 308-311).

​

Éste era un matrimonio que tenía siete hijos y ninguna hija. Por fin la mujer tuvo una hija y todos se pusieron muy contentos. Un día que no había agua en la casa la madre mandó a los hijos a la fuente a que llenaran un cántaro; pero, como todos querían llevarlo y traerlo, se pusieron a reñir, hasta que lo rompieron. Entonces el padre les echó una maldición, diciendo:

 

―¡Ojalá se vuelvan cuervos!

 

Y al instante los siete hermanos se volvieron cuervos, y se fueron volando. La madre, desesperada por lo que había pasado, se fue poniendo cada vez más enferma y murió al poco tiempo. Poco antes de morir, le entregó un anillo a su hija. La niña, que ya vivía sola con su padre, lloraba y lloraba sin consuelo.

 

Un día pasó por allí un enanito, que sintió a la niña llorar. Le preguntó que qué le pasaba y, cuando la niña se lo contó, le dijo:

 

―Mira, si quieres desencantar a tus hermanos, tienes que ir al monte, donde viven tus hermanos en una casa. ¡Ah, y llévate una calabaza!

 

La niña iba de camino con la calabaza, y al cabo de un rato se encontró otra vez al enanito. Entonces se dio cuenta de que había perdido la calabaza, pero el enanito se lo perdonó. La niña le preguntó:

 

―¿Cómo entraré en la casa?

 

Y el enano le dijo:

 

―Toma este hueso. Con él podrías abrir la puerta.

 

Pero cuando la niña llegó a la casa, también había perdido el hueso. “No importa ―pensó―. Me cortaré el dedo meñique y abriré con él la puerta”. Y así lo hizo. Cuando entró en la casa se encontró otra vez al enanito, que le dijo:

 

―Ahora, si de verdad quieres desencantar a tus hermanos, tienes que hilar siete camisas para ellos. Pero no tienes que decir ni una palabra a nadie. Si hablas, todo estará perdido.

 

La niña se puso a hilar, venga a hilar, esperando que se presentaran los siete cuervos.

 

Al poco tiempo llegaron los siete cuervos, gritando:

 

―¡A carne humana huele! ¡A carne humana huele!

 

Cuando ya se iban a echar sobre la niña, uno de ellos vio el anillo que llevaba y exclamó:

 

―¡Alto! Que ésta es nuestra hermana, que seguramente ha venido a desencantarnos.

 

Y así pasaron muchos días, esperando que la niña acabara de hilar las siete camisas.

 

En esto acertó a pasar por allí el hijo del rey, que iba de caza, con lo que los siete cuervos echaron a volar. El príncipe se puso a preguntarle a la niña que quién era y qué hacía en aquel lugar. Viendo que no le contestaba, insistió y entonces la niña se puso a explicarle por señas que no podía hablar. El hijo del rey le preguntó que si quería irse con él al palacio, y la niña le contestó que sí. Se marcharon, y los siete cuervos iban detrás del séquito, volando.

 

Pasaron los días, y el hijo del rey iba todos los días a visitar a la niña a su habitación, a ver si conseguía que hablara. Pero la niña no hacía más que hilar, venga a hilar. Un día acababa una camisa, otro día otra, y así esperaba que muy pronto le podría explicar al príncipe todo lo que había pasado. Desde su ventana veía todos los días volar a sus hermanos, y el príncipe no acertaba a comprender.

 

Vivía también en el palacio una prima del príncipe, que se quería casar con él, y que estaba muy envidiosa de la niña. Se puso a hablar mal de ella a los reyes y a decir que se estaba burlando de su hijo con no querer hablar y que seguramente sería una hechicera, pues tenía tratos con unos cuervos siniestros que andaban todo el tiempo volando alrededor del castillo. Tanto intrigó que, por fin un día, el rey decidió encerrar a la niña en un calabozo y prepararle un patíbulo para quemarla viva. El príncipe estaba desconsolado y veía que la niña no hacía más que tejer y tejer. Ya llevaba tejidas seis camisas, cuando el rey fijó la ejecución para el día siguiente.

 

Aquella noche la niña estuvo en el calabozo tejiendo sin parar y, cuando ya amanecía, estaba terminando la última camisa. Se la llevaron al patíbulo y allí siguió tejiendo, hasta que terminó, en el momento en que iban a prenderle fuego. Entonces bajaron volando los siete cuervos, y el enanito, que andaba por allí, les puso las camisas. Inmediatamente se convirtieron en siete mozos muy guapos. Los reyes, el príncipe y todo el pueblo que estaba contemplando la escena no podían creer lo que estaban viendo. Entonces la niña explicó todo lo que había pasado y cómo aquellos muchachos eran sus hermanos. El rey detuvo la ejecución y en lugar de la niña mandó quemar a la prima del príncipe, y la quemaron. A los siete hermanos de la niña los hizo ministros y a su hijo y a la niña los casó. La boda se celebró durante muchos días y todos vivieron felices.

bottom of page