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Cuentos y recopiladores

Caperucitas orales astutas

Había una vez una niña trabajando en el campo que se enteró de que su abuela estaba enferma; se puso en camino al día siguiente para ir a verla; pero, cuando se había alejado bastante, en un cruce de caminos, no sabía cuál escoger. Allí se encontró con un hombre muy feo, que conducía una cerda, al que le preguntó qué camino coger, explicándole que iba a ver a su abuela enferma. Tenéis que coger el de la izquierda, le dijo él, porque es el camino mejor y más corto, y así llegaréis pronto. La niña siguió por ese camino; pero era el peor y el más largo, de forma que le llevó mucho tiempo llegar a casa de su abuela, y solo con mucho esfuerzo logró alcanzar su destino.

  

          Mientras la pequeña Jeanette estaba estancada en los vericuetos del camino largo, el malvado hombre, que se lo había indicado mal, tomó el camino corto de la derecha, de forma que llegó a casa de la abuela mucho tiempo antes que ella. Allí mató a la pobre mujer, vertió su sangre en un recipiente y se metió en la cama.

    

         Cuando la pequeña llegó a casa de su abuela, llamó a la puerta, abrió, entró y dijo: ¿Cómo estás abuelita?

-No mucho mejor, hija mía, respondió el bribón con aire quejoso y falseando su voz:

​

-¿Tienes hambre?

-Sí, abuelita, ¿qué hay de comer?

-Hay sangre en la artesa, coge la sartén y la fricasé (salsa francesa) y la podrás comer. La pequeña obedeció.

       

        Mientras mezclaba la salsa con la sangre, escuchó en lo alto de la chimenea unas voces como de ángeles que decían: -¡Ah! ¡La maldita niña está cocinando la sangre de su abuela!-

​

-Abuelita, ¿qué dicen esas voces que se escuchan por la chimenea?

-No las escuches, hijita, son pajaritos que cantan en su propia lengua; y la pequeña continuó cocinando la sangre de su abuela. Pero las voces volvieron a cantar: -¡Ah! ¡La pequeña bribonzuela está cocinando la sangre de su abuela!-.

 

            Jeanette dijo entonces, -no tengo hambre abuelita, no quiero comer esa sangre-. ¡Vale, vale! Ven a la cama, hija mía, ven a la cama-. Jeannette fue a la cama junto a ella. Cuando estuvo allí exclamó: -¡Ay!, abuelita, ¡qué brazos más grandes tienes!-

 

-Son para abrazarte mejor, hija mía, son para abrazarte mejor.

-¡Ay!, abuelita, ¡qué piernas más grandes tienes!

-Son para caminar mejor, hija mía, son para caminar mejor.

-¡Ay!, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!

-Son para verte mejor, hija mía, son para verte mejor.

-¡Ay!, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!

-Son para comer mejor hija mía, son para comer mejor.

 

            A Jeannette le entró miedo y dijo:

-¡Ay!, abuelita, ¿sabes lo que tengo mucha necesidad de hacer?

-Hazlo en la cama, mi niña, hazlo en la cama.

-Eso es muy sucio, abuelita, si tenéis miedo de que me vaya, atadme con una hebra de lana a la pierna, cuando os aburráis de que yo esté fuera, tiráis del hilo y veréis que sigo allí, eso os tranquilizará.

-Tienes razón, hija mía, tienes razón.

​

           Y el monstruo ató una hebra de lana a la pierna de Jeannette, y sujetó el otro extremo en su mano. En cuanto la joven estuvo fuera, rompió la hebra de lana y se escapó. Un momento después la falsa abuela preguntó: -¿Ya lo has hecho, Jeannette, ya lo has hecho?- Y las mismas voces de los angelitos respondieron desde lo alto de la chimenea: -¡Todavía no, abuelita, todavía no!- Pero, cuando ya pasó mucho tiempo, dijeron: -Ya he terminado-. El monstruo tiró del hilo de lana, pero ya no había nada al final.

 

            El malvado diablo se levantó furioso y montó sobre su enorme cerda, que había dejado cobijada y corrió tras la niña para atraparla; llegó a un río en el que unas lavanderas estaban lavando. Y les dijo:

 

-¿Habéis visto pasar a mi niña, niñita

con un perro de aguas

que seguía a la muchachita?-

(-Avez-vous vu passer fillon fillette,

Avec un chien barbette (barbet)

Qui la suivette (suivait)-.

-Sí, contestaron las lavanderas, nosotras hemos extendido una sábana sobre el agua del río y ella ha pasado por encima.

-¡Ah!, dijo el malvado, extended una de nuevo para que yo pase.

 

            Las lavanderas tendieron una sábana sobre el agua y el diablo empezó a cruzar sobre ella montado en su cerda, que se hundió inmediatamente, y él gritó:

 

-¡Bebe, bebe, bebe, mi gran cerda!, que si no te bebes todo el agua nos ahogaremos los dos-.

 

Pero la cerda no pudo beberse todo, y el diablo se ahogó con su cerda, y la niña, niñita (fillon fillette) se salvó.

 

(Versión de la BnF en francés. Traducción al español de García Carcedo, 2022. Recogida originalmente en Touraine par M. Légot, en Revue de l’Avranchin, 1885. Recuperada en http://expositions.bnf.fr/contes/gros/chaperon/indantho.htm). Y en García Carcedo 2022

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