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Cuentos y recopiladores

La madrastra guapa (Blancanieves hispánica)

Había una mesonera muy guapa, muy orgullosa y muy presumida, que le gustaba mucho que la ponderaran su hermosura, y que se creía la belleza mayor del mundo. Disfrutaba lo indecible cuando los hombres que entraban en su mesón la echaban requiebros o le decían que habían hecho un alto en el camino sólo por contemplarla.

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         La mesonera, que era viuda, tenía una hijastra. A medida que esta iba creciendo, dejaba adivinar que, cuando llegara a ser mayor, iba a atraer a los hombres más que la madrastra.

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         Andando el tiempo, todos los que entraban en el mesón, en lugar de echar piropos a la mesonera, preguntaban por la hija. Y la mesonera tomó a su hijastra tal rabia que pensó en matarla.

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         Un día entró en el mesón una bruja hechicera y le preguntó la mesonera: -¿Ha visto usté una mujer más guapa que yo? Y contestó la bruja: -Usté ha sido la mujer más hermosa del mundo, pero ahora su hija es más guapa que usté…

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         Dijo la mesonera que eso no lo podía consentir y preguntó a la bruja si sabía de algún medio para deshacerse de la muchacha. La bruja le dio un libro diabólico con el que podía conseguir lo que se proponía.

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         Cuando se fue la bruja llamó la madre a la chica y la dijo que se fuera con ella a dar un paseo. Se fueron hacia el monte, subieron hasta unas peñas que había en lo más alto; una vez allí se sentaron, abrió la madrastra el libro diabólico y en el momento se abrieron las peñas, se cayó la muchacha y quedó sepultada bajo las enormes piedras.

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         Al poco rato de andar vio una casa de ladrones, pero ella no sabía que era de ladrones. Entró. No había nadie en la casa. Se fijó que estaba la casa sin barrer y los platos sin fregar; fregó los platos y barrió la casa. Cuando terminó, oyó pasos de gente que entraba y se escondió detrás de la puerta de la cocina. Al entrar los ladrones, dijo uno de ellos: -Alguien ha entrado aquí y ha limpiado la casa. Otro dijo: Además nos ha fregado los platos. Otro que la vio detrás de la puerta, dijo: -¡Esta ha debido ser! Y la llevó delante del capitán.

        

       La muchacha contó lo que le había ocurrido y el capitán dijo a los ladrones que la dejaran tranquila, que la muchacha se quedaría a vivir con ellos y cuidarles la casa.

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         Pocos días después pasó la bruja por la casa de los ladrones pidiendo limosna. La muchacha le dijo que fuera por allí todos los días, cuando no estuvieran los ladrones, que ella le daría de comer; pero la muchacha no sabía que aquella mujer era la bruja causante de su desgracia.

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         Al día siguiente fue la bruja a ver a la mesonera y preguntó la presumida: -¿Ha visto usté una mujer más guapa que yo? Y contestó la bruja: -Más guapa que usté es su hija, que está ahora de criada en la casa de los ladrones. Yo si usté quiere la puedo llevar unos zapatos con hechizo para que se quede dormida al ponérselos y no se pueda despertar. La mesonera le compró los zapatos por una barbaridad de dinero y encargó a la bruja que se los llevara.

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         Se marchó la bruja con los zapatos a la casa de los ladrones y dijo a la muchacha:

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         -Como eres tan buena conmigo te traigo este regalo.          

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         A la muchacha le gustaron mucho porque eran muy bonitos, se los dejó poner por la bruja, se quedó como muerta y la bruja dejó tendida en el suelo a la muchacha y se marchó.

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         Cuando llegaron los ladrones y la vieron muerta en el suelo, empezaron a llorar; luego, hicieron una caja muy bonita con cristales, donde la metieron, y se llevaron la caja a bastante distancia de la casa para enterrarla al otro día.

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         Al día siguiente, muy de madrugada, pasó por allí el hijo del rey, que iba de caza, vio la caja de cristal, y dijo a sus criados que cogieran la caja y se la llevaran a palacio.

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         El príncipe mandó poner la caja en su habitación, y dio orden de que no entrara nadie; pero se enteró una doncella de la reina, se lo dijo a la señora y se metieron la reina y la doncella en la habitación para ver lo que había cazado el príncipe aquel día.

  

       La reina y la doncella se quedaron asombradas al ver una muchacha tan bonita y muerta dentro de la caja. A la doncella le entusiasmaron los zapatos y, para que los viera bien la reina, le quitó un zapato. En ese momento la muchacha se sentó en la caja y la reina y la doncella echaron a correr asustadas. En seguida volvió el príncipe, la vio que estaba viva y preguntó quién había entrado allí sin su permiso. Cuando se enteró que había sido su madre, se calló. Recogió el zapato que estaba en el suelo, y al ponérselo se volvió a quedar como muerta.

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         El príncipe probó a quitarle los zapatos, revivió la muchacha y comprendió que tenía los zapatos embrujados.

      

   Con el revuelo que se armó en palacio fueron los reyes a la habitación del príncipe. Allí vieron al príncipe tan entusiasmado con la muchacha, que le estaba contando su historia. El príncipe dijo a sus padres que con aquella muchacha se quería casar, y para darle gusto arreglaron la boda y se casaron.

(Sánchez Pérez, Cien cuentos populares, 1942: p. 154-159)

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